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A lo largo de la historia de la humanidad se han presentado hechos significativos que nos muestra ese lado oscuro y perturbador que sobrepasa los límites del entendimiento a los terrenos de la atrocidad, desde actos violentos, atentados, asesinatos, torturas, hasta genocidios.
Uno de los capítulos más perturbadores de la historia humana fue la imposición del Tribunal del Santo Oficio o la Santa Inquisición. Algunos historiadores ubican su origen en el año 1478, en España, cuando los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, autorizaron al Papa Sixto IV a crear una jurisdicción que suprimiera los actos herejes que amenazaban a la Iglesia Católica, que estaría conformada por delegados elegidos por el Sumo Pontífice. Don Tomas de Torquemada fue designado como Inquisidor General por la Corona.
Sin embargo, el origen de la Santa Inquisición no fue español como muchos suponen. En el siglo XII, el Papa Lucio III autorizó la creación de varios tribunales de la Inquisición Episcopal para perseguir a los herejes y presentarlos ante la Monarquía, principalmente en Francia e Italia. Posteriormente, el Papa Gregorio IX instauró la Inquisición Pontificia, con cierta independencia para tener su propio sistema acusatorio y procesal distinto al que imperaba en la Edad Media. Medio siglo después, España instauró el Tribunal del Santo Oficio con autonomía para aplicar los métodos que considerara necesarios en la búsqueda de la verdad y el castigo a la herejía siempre que esté le apoyara económica y políticamente en una de las peores crisis por las que atravesaba la Península Ibérica.
En un principio, los judíos y musulmanes eran los objetivos principales por estos tribunales, la comunidad judía representaba una importante fuente de ingreso al tener una posición económica privilegiada, la Corona Española se beneficiaba al confiscar propiedades y pertenencias de las familias más acaudaladas; posteriormente se sumaron a las listas de perseguidos los sodomitas, moriscos, esclavos, brujas y descendientes de conversos.
Una vez que se hacía una acusación y la Santa Inquisición hacía el arresto, los acusados tenían dos opciones, confesarse culpables o ser sometidos al tormento, según los procedimientos si el preso era inocente tendría protección divina y no sufriría, lo cierto es que eran pocos los que soportaban tan terribles torturas y terminaban confesando culpabilidad con tal de frenar la agonía que les provocaban.
Una vez que el reo confesaba, si no había fallecido por las lesiones del tormento, tenía que pasar meses en una celda húmeda y oscura, en condiciones de aliemntación e higiene inhumanas, esperando el día del castigo que incluía la humillación pública, o su ejecución.
Wolfgang Behringer, historiador aleman, realizó el cálculo del número de víctimas de la persecución de los tribunales basándose únicamente en territorio europeo, estimando entre 40 a 60 mil víctimas.
Top Ten de las torturas de la Santa Inquisición
1. La doncella de hierro. Consistía en un sarcófago antromorfo con filosos clavos en su interior, al cerrarlo las puntas penetraban el cuerpo de la víctima; sin embargo, esta no moría, ya que las mismas puntas impedían las hemorragias, así que el condenado generalmente moría después de días de sufrimiento por múltiples fallas sistémicas o por las infecciones que causaba el metal generalmente sucio y oxidado. Su primera víctima fue un falsificador de monedas en 1515. Gustav Freytag, autor alemán del siglo XIX, definió las ejecuciones con este método de la siguiente forma: "Las puntas afiladísimas le penetraban en los brazos, en las piernas, en la barriga y en el pecho, y en la vejiga y en la raíz del miembro, y en los ojos y en los hombros y en las nalgas, pero no tanto como para matarlo, y así permaneció haciendo un gran griterío y lamento durante dos días, después de los cuales murió".
2. El potro. Su simplicidad en la elaboración, uso y efectividad como método de tortura la hacía una de las maquinarías más populares y utilizadas. Se recostaba al reo en una mesa con cuatro cuerdas para atar cada una de sus extremidades. El autor Primitivo Martínez la describió así: "Las cuerdas de las muñecas estaban fijas a la mesa y las de las piernas se iban enrollando a una rueda giratoria. Cada desplazamiento de la rueda suponía una extensión de los mismos". Este estiramiento provocaba que las articulaciones se dislocaran, los huesos se fracturaban, los músculos y ligamentos sufrían hiperextensiones, las venas y arterías reventaban provocando hemorragias internas, lo que producía un conjunto de dolor insufrible para la víctima con cada vuelta que daba la rueda. Si el verdugo no obtenía la confesión deseada, podía combinar con otros métodos como quemar con fuego, con carbón encendido o con metal incandecente varias partes del cuerpo de la víctima, ya que inflingir este tipo de torturas se consideraba "purificador".
3. El aplasta pulgares. Era un instrumento metálico que se colocaba en los dedos de las manos y de ls pies, posteriormente se hacía girar un tornillo hasta que los huesos se fracturaban y quedaban completamente destrozados. Su origen se remonta a Venecia. La mayoría de los autores de la época definen este instrumento como algo simple, pero extremadamente doloroso.
4. La garrucha. De origen italiano, consistía en atar al reo de las muñecas por la espalda y posterioremente elevarlo unos 2 metros aproximadamente con un sistema de poleas. El largo de la cuerda estaba diseñado para dejar caer al reo sin que se estrellara en el suelo, al tensarse todo el peso del cuerpo más la fuerza de la caída recaía completamente en los hombros, los brazos y las muñecas, lo que provocaba un dolor insufrible. Si el reo no confesaba, le ataban a los tobillos pesas con cuerdas de 45 kgs en cada extremidad y procedían a realizar la misma tortura una y otra vez. Si el reo no confesaba y seguía vivo, lo llevaban a una plataforma en la que le rompian los huesos de las extremidades hasta provocarle la muerte. Según varios historiadores alemanes, este método no se limitó a la Santa Inquisicion, fue utilizado décadas después por los encargados de los campos de Auschwitz.
5. La pera. La forma de este instrumento se asemejaba a la fruta del mismo nombre (estrecho en una punta y ancho en el otro extremo), sus paredes exteriores contaban con puas y en ocasiones con filos en las orillas. Se introducía en la boca si el reo era predicador o con tendencias antiortodoxas; en la vagina a las mujeres culpables de sostener relaciones con "Satanás" o con alguno de sus familiares, y en el recto a los homosexuales. El suplicio comenzaba una vez que era colocada, se hacía girar un tornillo que iba abriéndola provocando un intenso dolor al desgarrar, mutilar y cortar la cavidad en su interior, ocasionando la muerte en la mayoría lo los casos por severas hemorragias.
6. El tormento del agua. Este método cuenta con varias versiones. El más común era recostar a la víctima en una plancha, atarle los manos y los pies, taparle las fosas nasales e introducir un objeto metálico que impedía que cerrara la boca para después introducir 8 cuartos de líquido. La sensación de ahogamiento era insoportable, dejando a la víctima inconsciente en la mayoría de los casos. La muerte podía presentarse por dos situaciones, la distensión o ruptura estomacal, o lo broncoaspiración por ahogamiento. En el 2015, se reveló que la CÍA continúa utilizando este método de tortura al que llamaron "ahogamiento simulado" que se ha perfeccionado para provocar una sensacion de ahogamiento y claustrofobia al vendarle los ojos a la víctima provocando convulsiones como respuesta del cerebro a este estímulo. Las fuerzas especiales americanas deben aprender a eludir este método antes de ser enviadas a territorio hostil.
7. La cuna de Judas. Se constituía por dos partes, el primero era un sistmea de poleas para mantener el cuerpo de la víctima suspendido en el aire; el segundo era una pirámide de madera con la punta sumamente afilada. Se levantaba a la víctima y se dejaba caer repetidamente, con fuerza, sobre la base del artefacto. El verdugo podía controlar la altura a la que se ubicaba el prisionero, decidiendo cuánto dolor debía sufrir. Otra variante de este método era sentar a la víctima en la punta de la pirámide con las piernas abiertas, colocarle fuertes pesos en los tobillos y dejarlo ahí dejando que la gravedad, el peso de la víctima y la punta afilada lo desgarraran hasta matarlo.
8. La sierra. Considerado uno de los castigos más brutales y sanguinarios, era reservado para mujeres que hubieran sido preñadas por "Satanás". Su objetivo era matar al supuesto niño diabólico que llevaba en su vientre. Se colgaba a "bruja" o "hechicera" de cabeza, con las piernas abiertas, colocaban una filosa sierra entre las piernas y comenzaban a cortarla hasta llegar al vientre. Al estar de cabeza, el cerebro no perdía oxigenación y la hemorragia no era desmedida, por lo que la víctima tardaba varios minutos en morir sufriendo esta tortura. Este método no buscaba una confesión, su crudeza es considerada una total atrocidad.
9. La jaula colgante. Aunque este método no inflingía un dolor mecánico, su alcance es considerado completmente inhumano. Se encerraba al prisionero totalmente desnudo en una jaula de hierro que era suspendida varios metros y ahí se le abandonaba a la intemperie. El prisionero padecía hambre, frío, deshidratación y quemaduras por el sol hasta que fallecía y se dejaba a la vista del público hasta el desprendimiento de los huesos.
10. El toro de Falaris. Su origen se remonta a un sanguinario siciliano del año 554 A.C., adoptado posteriormente por la Santa Inquisición. Se metía al prisionero en una efigie de bronce hueca, con forma de toro, que era suspendida arriba de una hoguera, lo que la convertía en un horno ardiente que hacía gritar y bramar a la víctima al ser quemada viva.
Esta lista de métodos de tortura utilizados por los Tribunales del Santo Oficio es tan solo uno de los perfiles que forman el rostro de la maldad humana provocado por el fanatismo, la ambición y la perversión. Varios de estos métodos fueron adoptados de épocas antiguas y perfeccionados por los verdugos. Por si esto no fuera suficientemente aterrador, muchos de estos métodos continúan vigentes en la actualidad, después de más de 500 años de haber sido condenados y considerarse como una de las etapas más perturbadoras de la humanidad.
(QM)