Kópakonan

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La mujer foca de las Islas Feroe

En la remota isla de Kalsoy, ese lugar inhóspito, incomunicado y azotado por los fríos vientos del ártico creció un mito que en forma de maldición existe hasta nuestros días: la de que todos los hombres de Mikladalur están condenados a morir en el mar.

El silencio del descenso solo lo rompen las olas al chocar contra las rocas que envuelven la figura de Kópakonan, el mito de la mujer foca de Kalsoy. Su leyenda se apodera de nosotros y su historia parece cobrar vida.

Su figura aparece con el mar de fondo en el litoral escarpado de Mikladalur, la pequeña localidad se encuentra situado al borde de un acantilado, y para acceder hasta la costa, rocosa y atormentada por las olas del Atlántico, hay que caminar por una bajada en forma de una gran escalinata que nos conduce a los pies de Kópakonan.

La leyenda de Kópakonan cuenta que todas las focas son personas que han decidido pasar su vida bajo las aguas del océano, enfundadas en su magnífica piel de foca.

Una vez al año, en la Víspera de los Tres Reyes estos seres regresan a la costa de Mikladalur para reunirse en una de las muchas cuevas que hay, se desprenden de su piel de foca por una noche para volver a ser personas. Y pasan toda la noche bailando y cantando hasta las primeras luces del alba, al rededor de una hoguera.

Un joven de Mikladalur, que ya escuchaba sobre esa mágica noche, se dio a la tarea de espiar a las criaturas mientras disfrutaban de su noche. Escondido, observó la forma en que estos seres llegaban a la orilla, se desprendían de su piel, que dejaban bien escondida en los recovecos de la playa para no perderla.

Una de las mujeres foca, hechizó al joven por su belleza única y no dejó de observarla durante gran parte de la noche. Y sabiendo que ella desaparecería apenas comenzaran a aparecer las hermosas luces del amanecer, decidió entonces, buscar y robarle la piel de foca que había escondido detrás de unas rocas en la entrada de la cueva.
Al amanecer, la mujer notó el plan del joven y furiosa fue a buscarle, éste al verse descubierto, corrió colina arriba a esconderse, obligándola a perseguirle y alejándola de su hogar para que le devolvieran lo que es suyo.

Sabiendo la leyenda al pie de la letra, aquél joven decidió guardar bajo llave y bien escondida esa piel de foca, para que nunca la mujer pudiera abandonarle, la mujer con la esperanza de ser libre algún día, sucumbió a la tetra y sumisa espero poder volver al mar.

Los años pasaron y se casaron, tuvieron tres bellos hijos. Aunque ella nunca dejó de buscar lo que le pertenecía, el hombre inteligentemente siempre llevaba la llave de aquél escondite en su cinturón, asegurándose de tener siempre la compañía de su esposa.

Pero como todo plan siempre existirá una falla.

Un día el hombre se fue a fanear pues la pesca en zonas costeras, es el sustento de muchas personas, perdido en la charla, recordó que debía revisar que la llave estuviese con él.

Cuál fue su enorme sorpresa al descubrir que la pieza de metal no se hallaba en su cinturón, e inmediatamente y sin avisar, corrió tan rápido sus pies le ayudaban a llegar a casa, pues sabiendo que si ella encontraba la piel de foca, la perdería para siempre.

Al llegar a su casa encontró la puerta abierta, y sus hijos dentro... Abandonados.

La mujer encontró su piel de foca, y con ella en sus manos volvía a la costa para por fin ser libre en el profundo y frío mar, caminó hasta la orilla de la playa rocosa de Mikladalur, melancólica por abandonar a sus pequeños pero feliz de regresar a su hogar. Bajo el estruendo de una ola al chocar contra las rocas, se giró y desapareció en las profundidades del océano.

La maldición de Kópakonan y Mikladalur


El marido y sus tres niños pasaron años esperando a su regreso mientras miraban el horizonte que dibujaba el Atlántico desde las costas abruptas de Kalsoy. Pero jamás regresó.

Cegado por el rencor y la venganza, el marido planeó junto al resto de hombres del pueblo asesinar a todas las focas que encontrase durante la próxima noche de la Víspera de los Tres Reyes. Su objetivo era acorrarlarlas en la cueva donde estuviesen celebrando su regreso al mundo de los humanos. Pero cuenta la leyenda que la noche anterior a su plan tuvo un sueño en el que su antigua esposa le hablaba directamente para advertirle de la maldición que caería sobre los hombres de Mikladalur si llevaba a cabo su malvada venganza: “Todos moriréis en el mar, algunos despeñados desde los acantilados, otros ahogados faenando, otros engullidos por una tormenta…”.

El hombre, cegado por el rencor, ignoró ese sueño y junto a los demás hombres del pueblo asesinó a todas las criaturas marinas que encontraron aquella noche. Desde entonces, jamás volvió a verse una Seal Woman por las costas de Mikladalur, y todos los hombres del pueblo cayeron en una maldición eterna que perdura hasta hoy.

Por eso, siempre que un hombre de Mikladalur muere en el mar, los ancianos del lugar hacen referencia a la maldición de Kópakonan…

(QM)
Autora: Duqueliciosa

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